Otra vez de madrugada
un tinto añejo,
un viento gélido
arroparon mis manos,
y en el rescoldo de la sombra y de la noche
la silueta de tus caderas asomaron
insinuando tu ralo pubis,
despojado levemente
de pudor sentido
tu vientre firme,
como un puente entre el deseo
se erguía con tus senos
a contraluz de la ventana;
y a manera de cobijo,
mis manos y mis labios
los cubrieron por segundos
cimbrando el poco espacio habido
y la piel tibia, contenida,
contenía
las aguas de la vida
y como otras noches
al momento de querer nombrarte
saliste de mis manos, de mis sueños.
Un Lunes
Un Martes
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